domingo, 12 de febrero de 2012

Arte del siglo XXI, lo que pensamos y lo que nos promueve

Por CARLOS MANOSALVA

Cualquiera de nosotros puede deducir que el arte es una forma de expresión, o mejor, un medio de expresión que se manifiesta mediante géneros como la danza, la música, la pintura, la escultura, el cine, entre otras. Pero existe un interrogante que más de uno nos hacemos. ¿Qué significa el arte en el mundo actual? Tal vez el medio por el cual se nos mueve a realizar una sola cosa: consumir. Muchos ejemplos se dan a través de los medios masivos de comunicación, encargados de emitir sonidos e imágenes con el fin de invitarnos a algo concreto, dejarnos una enseñanza al mismo tiempo que educarnos. Sin embargo, la sociedad nos ha impuesto una nueva moda, que consiste en vendernos todo a través de productos que se han globalizado con el paso de los años. Es así como podemos definir arte del siglo XXI como, medio por el cual somos capaces de promover e invitar a la masa a ser parte de un mundo donde se consume y se vive una vida a plenitud, dejando de lado lo que la realidad nos invita verdaderamente a analizar y difundir, que sería en este caso, las manifestaciones culturales como medios de formación social, ética y moral. La cultura, conjunto de manifestaciones que se diferencian unas de otras, por sus costumbres, expresiones y creencias, es lo que verdaderamente importa rescatar debido a los factores ya mencionados, que nos dominan e impiden enriquecer nuestro conocimiento de dichas manifestaciones. La sociedad de consumo, la encargada de vendernos un mundo diferente, donde no existe cabida a problemas ni factores negativos, o mejor, colectivo de factores que buscan por medio de las imágenes, los actos, parlamentos y distintas señales lingüísticas promover, difundir y divulgar un mundo color de rosa que en pocas palabras, adormece la mente ante cosas realmente importantes, como las situaciones vulnerables en las cuales muchos grupos étnicos se encuentran sumergidos, todo porque la guerra y las opresiones de los entes gubernamentales y demás grupos estatales así nos mantienen. Vivimos un mundo fantástico, un mundo de cuentos de hadas, donde muchos vivimos como príncipes y si se quiere como reyes, pues no nos falta nada, nos sobra mucho, nos brota la felicidad a flor de piel. Sin embargo, no vemos la verdadera esencia de la felicidad que es la paz entre naciones por ejemplo, los países regidos por un buen gobierno que no desampara a su pueblo, la igualdad y el respeto por el otro.
El arte, en pocas palabras, hace parte de lo que podríamos llamar evolucionismo, pues ya no se manifiesta como una expresión, sino que además, está entrando en el mundo de los negocios, productos y servicios. Es más o menos lo que está ocurriendo con la educación, sobre todo en nuestro continente. La educación del siglo pasado, promovía mucho más el arte y la cultura. Los estudiantes salían con grandes saberes históricos acerca de los pueblos aborígenes que nos antecedieron, las distintas regiones, cuyo contenido era por ejemplo, culturas, gastronomía y danzas folclóricas características de cada uno de ellos. Hoy, se conoce más de economía, negocios, cibernética, redes, formación empresarial, idiomas, cultura y arte internacional, historia a nivel mundial. Los medios, sea radio, televisión, prensa, internet y afines, se han encargado de vendernos una idea acerca de nuestra historia nacional, antecedentes políticos, económicos y sociales, solo que a medias. Una verdad rebuscada. Lo que podrían narrar con toda la verdad y sin perderse ningún detalle importante, nuestros abuelos. Tan es así, que hoy, como lo afirmábamos anteriormente, el respeto por las personas en situación de vulnerabilidad, se ha dejado a un lado. El amor por los ancianos se ha perdido, condenados a vivir en un asilo por sus propios hijos y muchas veces sus propios nietos, porque los medios lo han transformado todo. Hasta la comunicación entre personas, que también en su momento fue considerado un arte, se ha perdido, se ha vilmente desplazado por las nuevas tendencias tecnológicas que nos brindan de todo, menos formación en valores. Y sin embargo, todo, por medio de la tecnología, podría considerarse como arte. La capacidad del hombre para crear y difundir su pensamiento con el fin de vendernos una idea que impulsa las multitudes a consumir, consumir y finalmente a consumir, definiendo esto como un nuevo rumbo de lo que sabemos, es el conocimiento. Conocimiento de nuevas culturas, nuevos saberes, nuevas costumbres y hábitos, dejando atrás el amor por lo propio, el sentido de pertenencia. Es el caso de una expresión como la música, donde todos conocemos gran variedad de géneros que cubren el mundo entero. El caso de Colombia, país rico en géneros musicales, originarios de distintas regiones a lo largo y ancho de nuestra geografía. Bambucos, guabinas, pasillos, porros, cumbias, entre otros, que nos permiten realizar un maravilloso viaje por nuestros paisajes, exquisitos platos típicos, fiestas, atractivos turísticos, Etc. Si hablamos de un una forma de expresión como la música de nuestro folclore colombiano, este ya no se oye, o por lo menos no es tan favorito a nivel nacional como a nivel mundial. Este país exporta música a todos los rincones del mundo, especialmente países de habla hispana y algunas regiones europeas donde nuestra música es acogida con todos los honores. Aquí se perdió el sentido de la identidad, pues este emigró al extranjero. A cambio, el género extranjero es importado hacia acá y está más acogido que lo nuestro propio lamentablemente. Este último pensamiento lo podemos apreciar si leemos el libro “el bambuco y los Saberes Mestizos” de la escritora colombiana Carolina Santamaría, donde en realidad se habla de la expresión musical como un medio de promoción cultural y artística que se extiende por el mundo, pero en nuestra tierra es olvidada totalmente. Ahí es donde se recure al viejo adagio “nadie es profeta en su tierra”.
Es una realidad lamentable, pero ¿por qué? Porque son los medios y la publicidad los dominantes, los que han sido cómplices de la globalización y la extensión, los que nos muestran las innovaciones y los que en realidad nos impiden sentirnos orgullosos y amar lo nuestro. Así es el arte, un medio que promueve la globalización, más que arte se convierte en el ocio y el opio del pueblo, no existe identidad por lo propio y se llegaría a pensar que la actualidad evolutiva es tan poderosa, que hasta podemos experimentar cuán avergonzados nos podríamos sentir de lo nuestro, por el simple hecho de que el arte y los medios nos venden una mejor idea, que nos invita a aparentar felicidad y gozo cuando en realidad no lo hay.

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