domingo, 12 de febrero de 2012

EL ARTE DEL AMOR

Encontrar el amor en lo que se hace y no renunciar a ello

Abstract: Este texto trata acerca de amor hacia sí mismo y hacia la práctica de la vocación como arte, en relación con una vida plena fortalecida por el trabajo en sí mismo y el placer de hacer lo que se ama.

Por FRANCISCO JAVIER MARTÍNEZ BERMÚDEZ

Un guerrero no renuncia a aquello que ama, encuentra el amor en lo que hace. A un guerrero no le importa la perfección, o la victoria, o la invulnerabilidad; le importa la vulnerabilidad absoluta, ese es el verdadero coraje.
Peaceful Warrior – Víctor Salva

El corazón, la parte olvidada del mundo de hoy, debe surgir para decir su parte del guión, aquella parte que cada día grita y no es escuchada por tanto ruido de la mente. Un ser humano que no se ama no puede dar amor, un ser humano que no ama lo que hace no puede hacerlo en grande, un mundo que no da la posibilidad del amor no es un mundo en el que valga la pena vivir. Para que dicho mundo pueda ser construido se hace necesario que a cada ser se le brinde la posibilidad de cuidar de sí, de conocerse y encontrar el verdadero yo descontaminándolo y liberándolo de tanta carga para que su creatividad aflore. De este modo “el yo se revela poco a poco como un fin suficiente y ya no constituye una bisagra, no es el elemento de transición hacia otra cosa como la ciudad y los otros, sino la meta definitiva y última de la inquietud de sí”. (CUBIDES, 2006) Y por supuesto que esto tiene una repercusión en la ciudad y en los otros pero solamente después de haberle dado la más grande dicha al individuo primero.
El yo es el primer fin porque es dentro de cada uno donde se encuentra la respuesta a lo que se ama, sólo buscando dentro se encuentran las barreras que impiden llegar a ese amor y apropiarse de él directamente, para luego sí poder entregarlo a los demás, convertirlo en obra de vida y obra de arte. Primero hay que liberarse de los limitantes, encontrar el camino hacia una auténtica actividad autoformadora de cada uno como sujeto. Para ello pueden aplicarse ciertos ejercicios o prácticas llamadas “practicas de sí”, “artes de la existencia” o “tecnologías del yo” que consisten en “la serie de acciones que uno ejerce sobre sí mismo, […] por las cuales se hace cargo de sí mismo, se modifica, se purifica, se transforma y transfigura” (CUBIDES, 2006). Pero más que un proceso de cambio es un proceso de limpieza, de quitar lo que estorba para encontrar muy dentro lo que verdaderamente importa: el Yo que espera tras capas y capas de basura, de vicios, miedos, ansia de consumo, represión, pereza, mediocridad, ira, resentimiento, tristeza, ambición, falsedad, etc,. Por ello hay maestros a lo largo de la vida que son y serán recordados, profesores de colegio, de universidad, familiares o amigos que sirven o sirvieron como ejemplo al demostrar que cuando se ama lo que se hace se muestra el arte oculto tras cualquier “disciplina” u oficio, al demostrar que la única disciplina válida es la que nos es impuesta no por un sistema sino por la voz que grita en lo profundo del corazón.
Los ejercicios para la epimeleia heatou (inquietud de sí, cuidado de sí en griego) deben apuntar a la consciencia, valiéndose de la mente, el cuerpo y la emoción para lograrlo y deben hacerse de acuerdo a cada persona en particular, ya que a diferentes personas funcionan diferentes ejercicios. Su importancia reside en que sirvan para limpiar, abrir los ojos a aquel que los hace, abrir sobre todo los ojos de su corazón, que ya no veía los árboles, ni las aves, ni el cielo o que en todo caso no veía lo divino que hay en todo ello; y tampoco, claro está, veía cómo muchos habían logrado ya vendar esos ojos peligrosos por su libertad natural, por su inocencia y sabiduría innatas. El enfoque que aquí se da a los ejercicios del cuidado de sí apunta hacia la meditación, lejos de la represión de los instintos y de su exceso, tienen el fin de escuchar la voz del cuerpo y la consciencia del corazón con la mente silenciosa como piloto. “El conocimiento de uno mismo resulta central: es la verdad de lo que uno es, de lo que uno hace y de lo que es capaz de lograr”, “La inquietud de sí en este contexto dará acceso a la verdad del sujeto y a la verdad en general; lo que permitirá, finalmente, reconocer aquello que puede existir de divino en cada quien” (CUBIDES, 2006).
Pero ahora, ya parados en el mundo de hoy, ¿es posible una educación que brinde tal posibilidad liberadora, posibilidad que además implique el florecimiento de la creatividad? Como en el amor, solamente puede darse si se tiene primero; solamente seres que se han encontrado a sí mismos, que han encontrado su vocación, el amor por lo que hacen y que por tanto han hecho florecer su capacidad creadora pueden brindar aquello a sus estudiantes, sólo esos son los grandes maestros, los que hacen vibrar cada fibra de los demás al recordarles que sí hay un sentido último en este aparente sinsentido de la vida y al contagiarlos de pasión y ayudarles a encontrar lo que aman.
Rudos son los mastines que vigilan el tesoro de luz que reside en el Amor. Guardianes de la falsedad creados dentro y fuera desde el día en que la inocencia del niño interno fue enterrada viva sin lograr matarla, pero haciendo que parezca que así fue… lo cual es peor.

Además de temer la muerte por decir que la tierra es redonda o cualquier otra verdad, se teme un mal menos directo y más silencioso que “abandona el dominio de la percepción casi cotidiana, para entrar en la conciencia abstracta; se pide su eficacia a su fatalidad, no a su intensidad visible; es la certidumbre de ser castigado y no ya el teatro abominable” (FOUCAULT, 1975). Es la represión de un mundo cada vez más pútrido, desangrado y contaminado, mundo corrompido y viciado, mundo de tesoros profanados con el nombre de “recursos”, mundo asesino y egoísta que parece no tener un freno. Su peso es abrumador y hace pensar que de él no hay salida, pero es un mundo que no tiene nada que hacer frente a seres despiertos y amorosos, apasionados y vehementemente vivos.
“Un ejército entero de técnicos han venido a relevar al verdugo, anatomista inmediato del sufrimiento: los vigilantes, los médicos, los capellanes, los psiquiatras, los psicólogos, los educadores” (FOUCAULT, 1975), por esta razón, porque el mundo de hoy está pensado para que todos sean su propio verdugo es que se requiere de un mayor ejercicio de auto consciencia y amor, personas que hacen lo que aman y no máquinas que mueren en vida es lo que es necesario y para ello un gran esfuerzo debe ser hecho, toda una transformación interna y externa.
Y es que “casi nada se parece tanto a la muerte como el amor realizado” (BAUMAN, 2005) porque otorga todo y retira cualquier asidero, porque enseña que la vida tiene sentido precisamente porque no lo tiene y que hacer lo que se ama implica hacerlo porque sí, por el amor mismo, por pura abundancia; por la misma razón por la que sale el sol cada día, regalando infinidad de colores, aromas y sonidos de vida. Es cuestión de prepararse a no esperar, vivir el aquí y ahora porque “cuando llegue el momento, el amor y la muerte caerán sobre nosotros, a pesar de que no tenemos ni un indicio de cuándo llegará ese momento. Sea cuando fuere nos tomarán desprevenidos […] La naturaleza del amor implica ser un rehén del destino” (BAUMAN, 2005) Encontrar el amor implica la realización de una doble paradoja: hacer algo por abrir los ojos y resignarse a la nada que es el todo; fuerza misteriosa que trae consigo el amor, la dicha, la vida y la muerte. El amor no es la seguridad, no es la victoria, pero es la vida, que siempre está al borde de la muerte; “Disuelve su pasado a medida que avanza, no deja tras de sí trincheras fortificadas a las que podría replegarse para buscar refugio en casos de necesidad. Y no sabe qué te espera ni qué puede depararle el futuro […] El amor es un préstamo hipotecario a cuenta de un futuro incierto e inescrutable. El amor puede ser –y suele ser- tan aterrador como la muerte.” (BAUMAN, 2005) Pero son esas cosas “sin ningún sentido” por las que vale la pena luchar, son ellas las que nos hacen despertar cada mañana, las más pequeñas, las más grandiosas. No se debe renunciar al amor ni a la vida se debe hacer lo que se ama.
Bibliografía
BAUMAN, Z. (2005). Amor Líquido. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
CUBIDES, H. (2006). FOUCAULT Y EL SUJETO POLÍTICO. ÉTICA DEL CUIDADO DE SÍ. Bogotá DC: Siglo del hombre.
FOUCAULT, M. (1975). Vigilar y Castigar. Buenos Aires: Siglo Ventiuno.

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